Javier Armas es el sepulturero municipal de Antigua, en Fuerteventura. Nos encontramos en la puerta del cementerio. Los muros son blancos y el suelo de picón negro. Nada más entrar, estaán los nichos ocupados por los muertos de las pateras. En la parte derecha de los mismo descansan los habitantes de la localidad y en la izquierda las víctimas de esta tragedia, Javier asegura que es por un tema estético: "Los inmigrantes no tienen lápida." Pero, para la red Migreurop, "estos muertos sin nombre y sin número dicen mucho del proceso de deshumanización de los migrantes, reducidos al estado de individuos número que pueden desaparecer sin dejar rastro".
Javier ha colaborado muchos años en temas relacionados con la inmigración. Empezó hacia el año 2000. "Me llaman para identificar cadáveres o para lo que haga falta: el entierro, dar sepultura."
Para Javier lo peor ha sido reconocer cadáveres. "Yo soy padre. No me gustaría que mis hijos pasaran por ahí. Ojalá esta gente no tuviera que ocupar más nichos. Además, los que están enterrados son los que han aparecido, pero ¿cuántos se habrán perdido en el mar?" En Fuerteventura puede haber unas 150 personas enterradas que vinieron en patera. Durante cinco años fue incesante. "Recuerdo las llamadas de la funeraria. Sólo pensaba, "joder, cómo se puede morir tanta gente"."
Un día, estaba enterrando a siete personas y de pronto lo llamaron para enterrar a otros trece. Fue al Faro de la Entallada, donde le esperaban tres coches cargados hasta arriba de personas sin vida. Tuvieron 72 horas de trabajo sin descanso. "Fue duro, porque eran muchos cadáveres juntos y en muy pocos días. Todos eran chavales de 17 o 18 años y quieras o no tienes corazón. Cargábamos cadáveres como si fueran sacos de papas en los furgones fúnebres. Son para cuatro y metíamos hasta seis."
Extracto de :
Clandestinos - Martin Aldalur
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