Por un tiempo que a muchos parecía inmemorial y que en cambio se remontaba a un pasado reciente, Beirut había sido uno de los lugares más agradables de nuestro planeta: un lugar comodisimo para vivir y para morir de vejez o enfermedad.
Ya fueras rico y corrupto, ya fueras pobre y honrado, allí encontrabas lo mejor que una ciudad puede ofrecer: clima suave en verano y en invierno, mar azul y colinas verdes, trabajo, comida, despreocupación que vendía cualquier placer, y sobre todo una gran tolerancia porque pese a la babel de razas, lenguas y religiones sus habitantes no estaban enfrentados.
Los musulmanes chiítas o sunnitas convivían en armonía con los cristianos maronitas u ortodoxos de rito griego o católicos, los unos y los otros con los drusos y los judíos, las letanías del muecin se mezclaban con desenvoltura al sonido de las campanas, en las iglesias no se maldecía a los fieles de las mezquitas, en las mezquitas no se maldecía a los fieles de las iglesias, en las sinagogas no se despreciaba a los fieles de las unas y las otras, y por doquier se celebraban sin problemas los ritos de los diecinueve cultos permitidos por la Constitución.
Existía un régimen más o menos democrático, se respetaban las libertades civiles, se cometían y admitían demasiados pecados incluso. Y la gente se mataba por venganza o por celos, por robo o por asuntos del hampa, no por odio impuesto, ideas preconcebidas, fanatismo o exigencias militares. La guerra no existía.
Extracto de :
Inshallah - Oriana Fallaci
HUMOR EN VERDE :
Lo de las rubias tontas, es mentira.
No porque sean tontas. Es que no son rubias.
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